Webcams eróticas, la resistencia del porno amateur en Internet

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Cuentan que cuando los primeros espectadores se sentaron frente a la pantalla rudimentaria que los Lumiere habían creado para presentar sus primeros filmes, acabaron llenos de terror. Las imágenes en movimiento de los hermanos, con aquella mítica escena de la llegada del tren, eran demasiado reales. Como si el vehículo fuera a salirse de la pared y atropellarlos. Estaban siendo testigos de algo mágico, aunque no en la manera en la que ellos creían. Un punto de inflexión en la historia de la cultura, el nacimiento de un arte que hoy en día sigue generando la misma fascinación, aún sabiendo que todo es un truco. Porque cada adelanto tecnológico nos lleva un paso más allá, y lo que hoy nos parece magia mañana es algo de lo más natural. La sensación de sentarnos ante una pantalla y poder abrir una ventana al mundo entero es muy parecida a la que tuvieron aquellos primeros espectadores.

La llegada de Internet ha sido mucho más paulatina y tal vez por ello hemos tenido ocasión de acostumbrarnos mejor a este nuevo hito en la Historia del entretenimiento y la comunicación. Los que hemos nacido a finales de los 80 y hemos vivido, aun de niños, la época anterior a la red de redes, somos conscientes de todo lo que supone este adelanto para cualquier faceta de nuestras vidas. Desde poder conectar con nuestros amigos en cualquier parte del mundo a tener toda la información disponible a nuestro alcance. Un arma de doble filo, eso sí, como se ha podido demostrar en los últimos años, ya que Internet también  se ha llenado de odio y manipulación. El ser humano no es perfecto, y esta herramienta ha servido para llevar mucho más lejos tanto lo positivo como lo negativo que podamos tener. Nos ha permitido sacar a la luz nuestros intereses más instintivos, como el sexo, que se ha convertido en el rey de Internet. En apenas un par de décadas, la industria sexual ha cambiado tanto que parece irreconocible, gracias a esta herramienta. Siguen quedando vestigios de aquellos primeros pasos del porno en la red, especialmente a través de las webcams eróticas.

Un modelo que surge en los  90

El porno ha sido siempre una industria basada primordialmente en lo espectacular, en lo excesivo, en las imágenes. Ya fuera a través de fotografías o películas, lo explícito de este tipo de cine es lo que le ha dado su esencia. Cuando llega Internet, esas imágenes comienzan a circular muy poco a poco por la red. Eran analógicas y debían ser digitalizadas para poder transmitirse por todo Internet, a velocidades todavía muy bajas. Conforme las conexiones iban mejorando, el porno se expandía de muchas otras formas, con servicios que hasta ese momento eran impensables. Las primeras webcams eróticas, con modelos desnudas en habitaciones y cuartos privados, comenzaron a funcionar como un negocio a finales de los años 90. La calidad de la imagen no era precisamente la mejor y había saltos de fotogramas, pero como cualquier adelanto, aquello también supuso una verdadera revolución en el porno.

Chicas guapas ante la cámara

Era un modelo diferente a todo lo que se había hecho hasta ese momento. Lo más parecido, de hecho, eran las líneas eróticas, donde solo había audio, y no imagen. Aquí, gracias a la magia de Internet, ambos conceptos podían sumarse para dar lugar a un encuentro privado entre la chica y los espectadores, donde ellos podían incluso interactuar con la modelo. Esa era la fase clave del asunto, el momento en el que el cliente pasa de ser un simple espectador a poder incidir en la acción, a través de peticiones, sugerencias… La chica podía leer los mensajes de sus fans y seguirles la corriente, desnudándose poco a poco, jugando con ciertos juguetes sexuales… Era todo muy sencillo pero a la vez muy excitante, y apenas requería medios para poder producirse.

De hecho, como buen negocio, las webcams eran una de las formas más eficientes de ganar dinero en la red en aquellos tiempos. Apenas necesitabas una cámara, una conexión a Internet y una habitación bien decorada para que la chica pudiera llevar a cabo su show. Por supuesto, esos medios eran muchos más caros en su momento, pero podían amortizarse, por ejemplo, si conseguías que varias chicas trabajasen en el mismo cuarto, por turnos. Las modelos se llevaban una buena cuantía de lo recibido, y la empresa se quedaba con el resto. Al principio, las chicas trabajaban para diferentes medios porque no podían pagarse sus propias cámaras. Esto comenzó a cambiar ya en los 2000, cuando el precio de la tecnología se fue abaratando.

La relación con los espectadores es muy especial

Lo que marcaba la diferencia entre las webcams y los demás sitios porno de la primera era de Internet era precisamente la posibilidad de interacción con las chicas. Ya en los albores de la red, los chats se habían convertido en una de las formas más excitantes de encontrar nuevas amistades con quienes hablar de cualquier tema. Internet, además, aportaba ese punto de anonimato y privacidad que nos permitía ser más libres a la hora de tratar temas que podían ser delicados. El sexo fue uno de los más habituales en estos primeros chats, y había muchas salas para adultos en las que personas anónimas de todo el mundo entablaban conversaciones subidas de tono. Cuando llegaron las webcams eróticas, todo ese sistema dio un gran paso adelante.

Ahora había modelos profesionales desnudándose al otro lado de la pantalla, y leyendo nuestros mensajes. Había que pagar, eso sí, pero una vez más se demostraba que si el contenido era de calidad, no teníamos problema alguno en poner de nuestra parte. La inmensa mayoría de los espectadores eran hombres, por supuesto, como ocurre con el resto del porno, y prácticamente todas las que se ponían delante de las cams eran chicas. Mujeres exuberantes que llegaron a tomar una gran fama en los 2000, gracias a que sus vídeos empezaban a circular por la red. Atraían a miles de espectadores y proponían retos, juegos y todo tipo de sorpresas para hacer que los shows fueran más interesantes. Era esa relación con los espectadores lo que hizo triunfar al mundo de las webcams… hasta el día de hoy.

Una forma independiente de ganarse la vida

Cuando la tecnología de webcams se abarató y las conexiones normales fueron algo mejores, las primeras webcammers profesionales decidieron trabajar por su cuenta. Era un auténtico chollo: sin salir de casa podías encender tu webcam durante unas horas y ganar mucho dinero gracias a tus espectadores. Chicas que no tenían reparos en desnudarse, hasta otras que incluso llegaban a tener relaciones completas con sus chicos delante de la cam. Cada cual ofrecía el show que creía oportuno, ganando también una independencia total frente a productoras, revistas y demás. El contenido erótico se emancipaba, por primera vez, de toda la industria mercantil para pasar a ser algo propio, individual y morboso por sí mismo. Y hasta el día de hoy, donde las webcams todavía sobreviven a pesar de los numerosos cambios sufridos.

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